Arquitecto, artista fallero, modificador del espacio urbano… el talento de Miguel Arraiz no puede etiquetarse. Es uno de los cofundadores de la plataforma Pink Intruder y también ha sido embajador de las Fallas en el Burning Man, el festival de arte efímero más importante del mundo. Nos lo cuenta en esta entrevista
- Estudiaste arquitectura pero no eres un arquitecto al uso. Cuéntanos de qué proyectos, arquitectónicos o de arte urbano, te sientes más orgulloso
Hablar de arquitectos al uso es complejo, sobre todo en un periodo en el que la mayoría nos hemos tenido que reinventar. En los últimos años me he decantado por las intervenciones urbanas, en este caso fallas, que me han permitido seguir desarrollando mi cualificación como arquitecto aportando un punto de vista diferente en un contexto en el que las construcciones no efímeras brillaban por su ausencia.
Esa posibilidad de modificar el espacio urbano de forma temporal me resulta tremendamente interesante ya que permite abrir debates tanto artísticos como del uso que le concedemos al espacio público. Un laboratorio donde experimentar interacciones humanas de forma temporal sin tener que recurrir a grandes gastos para comprobar su bondad.
Respecto a los proyectos de arte urbano, quizás me sienta más orgulloso de los primeros que hice para la comisión Castielfabib Marqués de San Juan en Valencia, ya que fue el inicio de una nueva vía de experimentación, que culminó de alguna manera en el proyecto para Nou Campanar en 2015.
En cuanto a obras de arquitectura, la reurbanización de las calles Quart y Bolseria en Valencia o el proyecto inconcluso de rehabilitación del Palau Valeriola también en Valencia son quizás las dos obras que más definan mi interés por la arquitectura, la ciudad y el patrimonio.
- Has sido, junto con el artista David Moreno, encargado de llevar al desierto de Nevada una obra que lleva por nombre «Renaixement». Háblanos de esta obra y de lo que significa
Sobre todo significaba la posibilidad de abrir un intercambio cultural con Estados Unidos, y el Burning Man, que es el festival de arte más mediático en la actualidad.
Transportar una falla al desierto de Nevada desde Valencia no es tarea fácil, y los retos con los medios que contábamos eran muchos. El proyecto y en especial la piel que lo recubre está basado en las tracerías de las ventanas de la Lonja de Valencia, y como era una falla, necesita de su contenido crítico, para lo que utilizamos la frase que recorre los muros interiores de este edificio. En los que viene a decir de manera resumida que tan solo aquel comerciante que sea fiel a su palabra y no engañe al prójimo con malas artes accederá a la vida eterna. Una frase que si muchos de nuestros políticos y empresarios hubieran tenido en cuenta, quizás nos habría ido de otra manera.
Aparte de eso el proyecto pretendía no quedarse tan solo en una imagen estética sino también intercambiar ciertos valores que creemos merece la pena como son:
- El trabajo en equipo y la comunidad capaz de generar estos proyectos, por eso todo el suelo de la falla era un gran mosaico de más de 25.000 piezas ensamblados por las comisiones falleras de Torrent, para de esa manera simbolizar que todo parte de la comunidad que forman los falleros.
- Una piel recubierta por 150 cabezas de ninot recuperadas de moldes antiguos, algunos de más de 60 años, que junto con el gremio de artistas falleros de Valencia se reprodujeron para cubrir la piel. Simbolizando de esta manera la importancia del trabajo artesanal y de la historia que ha hecho que las fallas lleguen hasta nuestros días. Conocer nuestra historia para valorarla y recuperarla.
- Y una imagen de conjunto muy contemporánea para transmitir que pese a ir en representación de una tradición de varios siglos, existe la posibilidad de incorporar nuevos lenguajes. De que no es una fiesta muerta sino que está en constante evolución.
- Hemos leído que cuando estuvisteis en el Burning Man tuvisteis que «plantar» con unas condiciones bien diferentes a las que puede haber en Valencia: tormentas de arena, un tifón… ¿cómo fue la experiencia?
Las condiciones climáticas eran extremas y no solo para “plantar” la falla, sino para todo el proceso que tuvimos que vivir en el desierto. Finalmente fueron 21 días, viendo como a nuestro alrededor crecía y desaparecía una ciudad efímera de casi 80.000 personas, que son las que acuden a este evento.
Temperaturas cercanas a los 45 grados durante el día y a los 0 grados por la noche hacían que las horas de montaje fueran pocas durante el día. Lo que en Valencia habría podido costar de montar 3-4 días nos llevó diez días en el desierto. Además en raras ocasiones llueve en el desierto, pero tuvimos la mala suerte de que ese fue el caso durante el montaje, acompañado de fuertes vientos que incluso tumbaron los andamios con los que estábamos montando la falla. Por fortuna todo se pudo recolocar y llevar al sitio, pero fue una experiencia muy intensa.
- ¿Cómo viviste en general tu paso por el Burning Man?
Con la tensión y responsabilidad de llevar un grupo de casi 25 personas a un entorno extremo. Al llegar al desierto fuimos los primeros, ya que entramos al desierto unos diez días antes para montar la Falla. Ver crecer de la nada una ciudad a tu alrededor, montada por voluntarios y bajo tormentas constantes de arena es algo difícil de explicar. Una vez terminado el montaje, pudimos liberar cierta tensión y disfrutar como se merecía el momento de ser los primeros artistas españoles en llevar una pieza a aquel festival (y además ser uno de los proyectos honoríficos nombrados por la organización).
Pero aun nos quedaba el ver como la ciudad desaparecía a nuestro alrededor y nos quedábamos 3-4 días más en el desierto para desmontar la falla y traerla de vuelta a Valencia para quemarla. Ya que no estaba permitido quemar cartón en el desierto por la posibilidad de que con los fuertes vientos las pavesas acabaran en la zona de acampada o ensuciaran aquel paraje que debe quedar en mejores condiciones tras el evento que cuando la gente llega allí para disfrutar del Burning Man.
- Eres cofundador del colectivo Pink Intruder. ¿nos cuentas en qué consiste y qué estáis haciendo actualmente?
Pink Intruder es una plataforma para intentar dar a conocer fuera de nuestras fronteras la enorme cantidad de creatividad que tenemos en Valencia. Sobre todo centrándose en actuaciones urbanas y en el debate que eso genera. Una manera de actuar que acerque el arte y la creatividad al espectador y de una manera interactiva. Sacar el debate a la calle y no dejarlo en los museos.
- ¿Cuáles son tus proyectos -que puedas contarnos- para el futuro?
En estos momentos estamos trabajando en la posibilidad de plantar de nuevo la Falla en Valencia y seguir trabajando en el intercambio cultural con el Burning Man, no tan solo en el intercambio artístico, sino también en el intercambio de los valores que propugna el burning man. Inclusión radical, nadie es espectador todos son participantes, des mercantilización, dejar el lugar donde se realiza la actividad en mejores condiciones que cuando uno llega, etc.. son algunos de los principios que el burning man intenta difundir.
Aparte del punto más internacional, seguir con las intervenciones en Fallas, ya que contamos con lo que podríamos llamar el mayor micromecenezgo artístico del mundo y la posibilidad de inundar de creatividad nuestras calles año tras año y eso es una oportunidad que no hay que dejar pasar.
- En tus obras empleas Pinturas Blatem, ¿qué destacarías de sus productos?
Destaco sobre todo la tranquilidad de ir a mi tienda Blatem habitual y dejarme asesorar, ya que ya he establecido una relación de confianza con ellos. Voy y les explico la necesidad que tengo, y ellos me recomiendan el producto específico de Blatem que tengo que comprar.